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La marioneta no es el conductor. Pero sin marioneta, el conductor no dirige el carro.

            Alguien, en tono de humor comentó en una ocasión que tenía unas piernas tan largas que le llegaban hasta el suelo. Puede ser una frase creativa e ingeniosa, pero lo cierto es que a menudo vemos personas que no saben enraizarse en la tierra, que sus pies aun tocando el suelo, están navegando en un plano intermedio, evidenciando un centro totalmente desarraigado del lugar donde debiera estar.


Juguemos con las analogías:


La música existe sin el instrumento, pero es por causa del instrumento bien afinado, con la tensión justa que se reproduce el milagro de la música. El árbol del cuerpo da soporte al milagro de la conciencia y genera toda suerte de frutos maravillosos, pero si no tiene una buena raíz, no se nutre apropiadamente de la tierra, del aire, del agua y del sol, no pudiendo expresarse con todo su poder.

 

Así pues, precisa de una relación adecuada con su entorno en un justo equilibrio que le permitirá no sólo sobrevivir, si no también expresar aquello que Es.


 Muchos descuidan el afincamiento, el anclaje de su centro  y el alineamiento que les permite ser más receptivos a esta energía vital que ha de circular por todo su ser. Y no sólo alinearse, sino también reorientarse y sincronizarse. No es tan importante la cantidad de energía que albergamos, como la orientación de todo nuestro ser hacia donde hemos de estar enfocados.


Hay tantos focos donde se diluye y se distrae nuestra atención, disipando nuestra fuerza, que si no ponemos la conciencia sobre esto, perderemos toda oportunidad de engarzarnos a la corriente biomagnética que nos envuelve y nos enriquece. Donde los jóvenes alocados y exaltados desperdician toda su energía por creer que la tienen en exceso, los ancianos cuidadosos vigilan con esmero todos los ciclos, moderando sus excesos y su banco de energía porque de eso saben que depende su vida.


Lo rayos del sol no pueden entrar en la flor si no está abierta. De igual manera hemos de lograr que nuestro ser se abra a este caudal infinito que no sólo es vida, es pura conciencia. Abrir nuestro ser, es comunicarse íntegramente con la Mente conectiva que está en todos nosotros y a nuestro alrededor. 


Unir la cabeza, el corazón y el ombligo es sin duda una de las experiencias más importantes y necesarias que nos permite desarrollar nuestras potencialidades en un marco de influencia cada vez más amplio. Donde unos olvidan la cabeza, otros pierden el corazón y donde unos se miran sólo su propio ombligo, otros no alcanzan a verlo. Nunca los pies se sintieron tan solos, alejados de todo vínculo con su propietario. Nunca la tierra fue tan descuidada porque no hay pies que dancen para ella, pies llenos de sol con la música en sus pasos. Nunca el ser humano fue tan separado de sí mismo, porque olvidó alcanzar su esencia y recordar quién es.


De igual manera que es un placer disfrutar de una buena lectura, saborear un exquisito manjar o participar de una buena conversación, lo es el sentir que nuestros pies canten a la tierra al andar.


Cuando andamos, todo nuestro cuerpo se ensalza, crece sobre sus pies y brilla con fuerza. Cualquier tipo de deporte o arte con un componente físico, nos ayudará a tomar conciencia de su importancia.


 Sin embargo hay dos maneras de abordar esta experiencia humana. Una, en la que aseveramos que somos uno con nuestro cuerpo y otra en la que nos disociamos y tratamos de recordarnos que no somos este cuerpo.


En las artes marciales como el Aikido, el Qi Gong o el Taiji Quan se hace énfasis en unificar el cuerpo y la mente con la naturaleza o la Esencia, sin embargo en algunos tipos de meditación se requiere del practicante una experiencia de disociación con el cuerpo, llegando al punto de visualizar representaciones de cadáveres en putrefacción para desvincularse de la sensualidad física.


A estos sacos de carne y huesos que se reverencian constantemente, si no están en coherencia con su esencia, son sólo vestidos de usar y tirar, no templos espirituales. Las partes más humildes  que soportan el peso de nuestro cuerpo les llamamos pies. Si los pies no están unidos al cuerpo y a una mente conectada que los dirige en alguna dirección o les da un propósito adecuado, no aportan el servicio para el cual fueron diseñados, por tanto, no serían de ninguna utilidad para esta persona disponer de unas partes de sí misma tan irrelevantes.


Morihei Ueshiba, el fundador del Aikido, falleció a los ochenta y seis años en Abril de 1969. Poco antes de morir, a pesar de lo enfermo que estaba, se levantó de la cama y se dirigió vacilante y como abstraído al Dojo donde se estaba practicando Aikido. Al verlo, varios de sus discípulos intentaron ayudarle a volver a su habitación, pero fueron incapaces de moverlo un solo milímetro, como si pesara toneladas, sin embargo en aquél entonces era un anciano frágil y nada corpulento. Su mirada que estaba como ausente de pronto los miró y sonriendo les dijo:


-Perdonad, me había olvidado de desconectarme del Cielo y de la Tierra.

Y en este momento pudieron llevarlo sin ninguna dificultad, de nuevo a su cama.


Hay filmaciones del maestro Morihei Ueshiba realizando demostraciones en las que él sostiene un bastón horizontalmente y cinco o seis hombres intentan empujarlo, desde el mismo lado, en un lateral del bastón con todas sus fuerzas, sin conseguirlo. En un instante el maestro da un grito y con un breve giro de muñeca los derriba a todos.


En Tanabe (Japón), Morihei, que significa ‘paz abundante’, aprendió a lanzar el arpón con suma precisión en un equilibrio perfecto sobre una barca que se balanceaba constantemente.


Cuando a veces voy en un transporte público trato de practicar el estar de pié y adaptarme al vaivén del vagón sin asirme a nada. Observo a mi alrededor y trato de percibir entre la gente de mi entorno inmediato quién o qué desata mi atención como si estuviera en el Dojo, entrenando, como todos los días durante más de treinta años, ‘zanshin’ un estado relajado de alerta constante.


¿Qué es lo que permite a un ser ordinario descubrirse como alguien capaz de realizar proezas excepcionales? Por supuesto no me estoy refiriendo sólo al ámbito de lo físico, incluso niños han logrado trascender los cánones de la ‘normalidad’ y evidenciarse como verdaderamente extraordinarios, siendo capaces de ‘ver’ teniendo los ojos vendados o de curar a personas a distancia.

No es solamente el entreno de lo físico, hay otras áreas a interpretar dentro de esta mágica maquinaria humana, parcelas que interactúan unas con otras manifestando una Realidad mayor que la que acostumbran a vendernos.


Cuando conecto mis pies al suelo y con eso no quiero sólo indicar que están sobre él, si no anclados y enraizados como un árbol en la tierra, puedo discernir de mi entorno, informaciones que no están escritas. Conectar mis pies es conectar la cabeza y el corazón en una línea que genera un vórtice de frecuencias que circulan sin cesar dentro de mi propio campo.


Puedo entonces, distinguir el problema que a una persona le preocupa y resolver una cuestión sin tener ningún indicio ni conocimiento previo de la misma. ¿Hay alguien que pueda decir que nunca experimentó algo así?


Sin duda todos hemos tenido en alguna ocasión percepciones que van más allá de lo ‘normal’ y creyendo que no era normal no nos permitimos continuar su entrenamiento y desarrollo. Así hemos ido taponando todos nuestros tesoros más preciados, nuestros paisajes más bellos, nuestras fuerzas más maravillosas.


Sin embargo, por otra parte, si estos pies cumplen su función y están perfectamente conectados con su anfitrión, forman parte de un continente donde su humilde morada en el nivel más inferior es tan importante como la puerta de una casa. Y ésta es una de sus realidades: Ser unas puertas de conexión con la tierra y permitir el diálogo con las ventanas del alma. Son los primeros vínculos de un mapa territorial que se desplegará en los distintos órganos de cada uno de nosotros en los diferentes niveles de nuestro cuerpo hasta reflejarse en los dos hemisferios de nuestro cerebro. El cerebro es nuestro ordenador personal, pero la Red y Aquél que usa los programas, íntimamente vinculado, es y está más allá de él.


Lamentablemente todo esto en algunos escenarios de nuestra civilización, apenas se considera. Estamos demasiado atareados pensando en ‘cosas más importantes’.

Es posible que nadie se acuerde de ellos, ni los tenga en alguna consideración salvo cuando los zapatos son incómodos, si sufren una herida o andamos en exceso. Entonces sí, todo el cuerpo se conmovería por su causa.


Podríamos decir que todo empieza en los pies pero sería un error. Sin embargo si los pies no están habitando la tierra, ella no nos proporcionará la posibilidad de expresarnos con la totalidad que precisa nuestro ser y eso sólo puede dárnoslo un despertar de la conciencia.


El cuerpo lo adornamos y lo configuramos conforme a unos patrones deportivos de una moda estética, social y cultural, pero olvidamos conectarlo con su fuente y descuidamos el manantial puro de donde se nutre realmente.


Dicho de otro modo y recordando el juego de las analogías: Cuando una mente es pura, todo lo que percibimos es puro, si nuestra mente es de plástico, nuestro universo lo percibiremos de plástico.

Prueba un pequeño ejercicio festivo:


Masajea tus pies con gratitud durante un buen rato, báñalos con agua caliente, utiliza tu mente enfocada para desatar en el agua las bendiciones para tus pies, aunque puedes ayudarte con sales minerales o plantas para reforzar tus objetivos.

Trata de sentirlos como si fueran las antenas que te permiten recibir emisoras muy bellas y conectar con seres sutiles y la sabiduría ancestral. Trata de imaginar que a través de tus pies abres la puerta a tus caminos, a tus potencialidades, a tus sueños y a tu verdad oculta, aquello que aún no has descubierto de ti.


Aunque ya hayas hecho esto muchísimas veces, hazlo como si fuera la primera vez, como si te dieran tu primer beso o descubrieras después de un susto, lo hermoso que es vivir. Respira conscientemente cada caricia que transmites a cada pié y señala la analogía que despierta en ti cada dedo y cada zona del mismo.


Imagina que tienes que escribir un libro sobre tus pies y distínguelo en sus cualidades, después si te lo puedes permitir, estírate en la cama. Descansa rozando y acariciando un pié con el otro, sin esfuerzo, sin prisa, sin tensión, deja que hablen entre ellos y formen parte del continente de tu cuerpo, dejando que el alma los abrace.


Si el sueño forma su manto sobre ti déjate llevar y permite que todo se vuelva una unidad. Cuando despiertes acepta lo nuevo que hay en ti y ponte en pié. Proclama tu verticalidad junto a tu enfoque, visión de vida y Propósito esencial.


Anda descalzo sobre diferentes texturas de tu ambiente como si fuera lo más importante que pudieras hacer en este momento. La arena de la playa, el agua del mar, el césped, las rocas, el sendero, el piso, la alfombra. Camina sobre la Tierra como un ser humano despierto. Los pies no sólo te llevan, si no que te indican que a cada paso, ya has llegado donde querías.



Después sólo has de unir esta experiencia al resto de tu cuerpo y hacer que toda su sustancia sea habitada por lo trascendente. Lo maravilloso está en ti y es por causa de esto que todo lo es.

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